Mucha gente en la ciudad. Sórdidos viven una vida ligera y olvidada, muy pocas veces dan cuenta de sí mismos; domingo en la mañana los citadinos se reúnen en la verde alameda a disfrutar de un día de sol, una niña (quizá cuatro primaveras) sonríe mientras toca un piano de juguete. Ella toca hábilmente cada tecla y un candoroso ritmo se deja escuchar no obstante es desapercibido entre la gente del lugar. La niña para, mira a todos lados, sigue tocando; ella alterna su presentación: Toca, para, mira a todos lados, vuelve y toca. Lleva un largo rato la mañana declinando y la pequeña aún ejecutando el mismo acto… cuando se detiene el ufano sonido y la infanta mira a todos lados en sus ojos y en su silencio se siente una perdida.

Como es de esperar en oportunidades los adultos que la acompañan la sonsacan pero ella retorna a sus notas tan rápido como puede; el desconcierto que entona es solo para almas viejas, oídos cansados del zumbido eterno, melodías de un presente ajeno que envuelve a los ausentes danzantes en hermosos sueños sin imágenes. Por momentos ella sube el ritmo, a veces en las dos manos otras solo en una. El pequeño juguete funciona con una batería generando una eléctrica resonancia no real al de uno real… De repente, una mujer se queda a una cercana lejanía contemplando el desconcierto que la infanta está dando. La mujer de rostro agraciado, piel pálida, lleva lentes y atrás de ellos se ven sus ojos de silueta achinada y pintados de negro, es difícil observar sus pupilas igual en dicha obscuridad gracias a los lentes todo se refleja. Después de contemplar a la niña: Tocar, parar, mirar a todos lados y volver a tocar, la mujer en medio de un clímax sensorial se acerca a los adultos que están con la infanta y les dice con un tono muy tierno “ven lo bien que la nena toca su juguetico” todo esto los adultos lo han escuchado a la par con la niña pues ella paró un instante antes de la mujer pálida hablar. Uno de los adultos respondió “ella fue pianista en su otra vida, prácticamente hace cuatro primaveras” todos rieron.

Conversaron por un tiempo, la mujer pálida y los otros adultos sobre cosas banales y algo de música. Todo esto mientras la niña dormía, pues el sueño la hizo su prisionera en el preciso instante en que todos rieron… Despertó de noche, en su casa, en su cuarto, sola, se levanta y busca su piano y empieza a jugar, de nuevo…

En sus ojos y en su silencio se siente una perdida.

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