de José Asunción Silva
Ven, Lázaro!, gritóle
El Salvador, y del sepulcro negro
El cadáver alzose entre el sudario,
Ensayó caminar, a pasos trémulos,
Olió, palpó, miró, sintió, dio un grito
y lloró de contento.
Cuatro lunas más tarde, entre las sombras
Del crepúsculo oscuro, en el silencio
Del lugar y la hora, entre las tumbas
De antiguo cementerio,
Lázaro estaba, sollozando a solas
y envidiando a los muertos.