
Vendrán lluvias suaves
Por Ray Bradbury La voz del reloj cantó en la sala: –Tictac, las siete, hora de levantarse, hora de levantarse, las siete. Como si temiera que nadie se levantase. La casa estaba desierta. El reloj continuó sonando, repitiendo y repitiendo llamadas en el vacío. –Las siete y nueve, hora del desayuno, ¡las siete y nueve!…